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Niña cubana recibe uniforme escolar gigante: otro fallo del sistema

martes, 3 de septiembre de 2024 por Lucía Fernández

Una familia cubana compartió su asombro e indignación tras recibir el uniforme que vende el Estado para una niña que inicia el preescolar. Le entregaron una talla para estudiantes de sexto grado.

En un video en TikTok, la familia mostró la inocente alegría de la niña por comenzar la escuela, pero llevando en sus manitos un uniforme desproporcionadamente grande que prácticamente la envuelve.

Errores estatales en la distribución de uniformes

Este caso, lejos de ser aislado, refleja una situación recurrente en la distribución de uniformes en Cuba. A inicios de agosto, otra madre expresó su frustración en Facebook al recibir el uniforme de preescolar de su hija, también con un tamaño mucho mayor al necesario.

"El uniforme que le dieron a mi hija me queda grande a mí", comentó y añadió fotos que mostraban la evidente desproporción entre el tamaño de la ropa y la pequeña pionera.

La mujer cuestionó si esta situación es generalizada y se preguntó, con tono crítico, si los uniformes estaban pensados para los padres en lugar de para los niños.

Este tipo de errores en la distribución no solo demuestra el descontrol en la planificación estatal, sino que también implica un desperdicio de recursos, pues incrementa el gasto de tejidos para elaborar piezas tan grandes.

Impacto en un contexto de crisis

En lugar de ajustar la producción de uniformes a las necesidades reales de los niños cubanos, el gobierno sigue entregando prendas que resultan inadecuadas, tanto en talla como en proporción.

Este problema se agrava en un contexto en el que la desnutrición infantil es una realidad creciente en Cuba. Un reciente informe de UNICEF indicó que el 9% de los niños cubanos sufre de pobreza alimentaria grave, lo que se traduce en acceso limitado a solo dos de los ocho alimentos esenciales para un desarrollo saludable.

Mientras los niños enfrentan estas difíciles condiciones, la entrega de uniformes inadecuados no solo resulta absurda, sino que también subraya la desconexión entre las necesidades reales de la población y las decisiones gubernamentales.