Creyó en la propaganda del régimen castrista "Cultiva tu pedacito" y le salió caro. Un anciano cubano ha sido multado por cultivar maíz en un terreno abandonado dentro de una escuela también abandonada en la Isla. Así lo cuenta en la red social X (antes Twitter) la ONG Food Monitor Program, dedicada a investigar el impacto socioeconómico en las políticas alimentarias en contextos autoritarios.
La lucha por la supervivencia
Según el relato de la organización no gubernamental, que intenta demostrar el uso de la alimentación para el control político, el anciano cubano se quedó sin comida y buscó alternativas desde mendigar por las calles, hasta chapear y hacer guardias nocturnas en negocios privados.
Hasta que un día descubrió que en las ruinas de una escuela abandonada crecían tomates silvestres y decidió hacer suyo ese lugar: lo cercó, puso carteles, guataqueó la zona, montó los surcos, compró abono y empezó a trabajar ese trocito de tierra. Los vecinos lo veían a diario enfrascado en su sueño de sembrar maíz. Hasta que llegó un "comisario político" y denunció el cultivo en una zona comunitaria. Después vino la Policía y lo multó.
El anciano no sólo no llegó a ver crecer el maíz sembrado, sino que perdió el tiempo, el esfuerzo y el dinero invertido en su proyecto personal de autoproducción.
"Hoy el pequeño surco luce como un matorral lleno de plantas de maíz muertas y nadie de la zona ha comido tamales", señala Food Monitor Program.
La doble moral del régimen
La historia de este anciano, contada por una ONG, desenmascara la doble cara del régimen que por una parte incita a la autoproducción de alimentos con la campaña "Cultiva tu pedacito", y por otra, no aclara que hay pedacitos que no se pueden sembrar.
En febrero pasado uno de los cinco espías cubanos, Gerardo Hernández, visitó y halagó a una familia habanera que montó en Los Pinos, Arroyo Naranjo, su propio huerto con foto de Fidel Castro incluida.
El coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en ese momento ya había elogiado iniciativas de autoconsumo como la de Juana Aleida, una anciana que sembró ajos, especias y malanga en macetas, en el balcón de su apartamento, ubicado en un cuarto piso, en La Lisa (Marianao), también en La Habana.
Este hecho no sería noticia en ningún otro país del mundo, pero al sistema propagandístico de la Isla le sirvió de gancho para impulsar la campaña "Cultiva tu pedacito", que pretendía fomentar la siembra de supervivencia (ellos le llaman fomentar la soberanía alimentaria) en una Isla azotada por la escasez y la carestía de productos básicos.
En mayo pasado el propio Miguel Díaz-Canel, durante una visita al municipio de San Luis, en Santiago de Cuba, dijo estar convencido de que hay tierra, fuerza y manos para producir la comida que el Estado es incapaz de proporcionar ni siquiera a la población más vulnerable: los mayores que dedicaron toda su vida a trabajar con sueldos en pesos cubanos, que no tienen familia fuera de la Isla, que reciben una pensión en moneda nacional y que ahora forman parte de las estadísticas de la pobreza.
Desde los primeros meses de este año, se ha detectado en Cuba la tendencia al autoconsumo, utilizando para ello cualquier trozo de tierra disponible. Se trata de una práctica que se popularizó en el Período Especial y que los cubanos han retomado como alternativa de supervivencia en una economía nacional sacudida por una inflación que en mayo pasado era del 31%, diez veces superior a la de Europa y Estados Unidos.
Para paliar la escasez de alimentos, el régimen ha apostado por topar precios de seis productos básicos: la leche en polvo, la pasta alimenticia, el pollo, las salchichas, aceite y detergente.