"Tranquilícese, que todo está bien". Así le decían los pediatras de Morón (Ciego de Ávila) a Yuddiel Olivera, padre de la niña Adriana Olivera Castillo, que ha fallecido en Cuba, a los tres años, por una supuesta negligencia de los médicos que no supieron diagnosticar a tiempo qué tenía la niña y proporcionarle un tratamiento efectivo. En un primer momento creyeron que tenía el virus del Oropouche, pero la situación se fue complicando y ya, en estado grave, un doctor ordenó a la madre de la pequeña que le quitara el oxígeno y la trasladara ella misma en brazos a la sala de terapia intensiva. Esa decisión, cuestionada por el resto del personal sanitario, como mínimo, empeoró la situación de la pequeña. Los padres de la menor tienen noticias de que el caso ha sido cerrado, sin que nadie asuma responsabilidades.
La niña fue ingresada el lunes 1ro de julio por vómitos y dolores de cabeza, pero antes de que la dejaran en el hospital, estuvo nueve días con los mismos síntomas. "No quería comer nada y lo poquito que comía, lo vomitaba. La estaba atendiendo la pediatra Tamara Ruiz de Ávila, que nos dijo que estaba un poco deshidratada, pero que no era nada alarmante". Después encargó a los padres que le hicieran unos análisis y todo salió bien. No se sabía qué tenía la pequeña y esta doctora sólo le ponía un gravinol. "Le calmaba los vómitos un día, pero al otro día volvía con lo mismo", señala el padre en declaraciones a CiberCuba.
Un diagnóstico erróneo y la falta de atención adecuada
"Así estuvimos como siete días llevándola al hospital y nos decían que era algo viral; que era muy probable que fuera el Oropouche, un virus transmitido por el jején", señala. Finalmente, ante el aumento de los vómitos, la niña fue ingresada el 1ro de julio. "Los pediatras de la sala de Misceláneas, del hospital Roberto Rodríguez, de Ciego de Ávila, nos dicen que no nos preocupemos, que eso es algo normal, que es algo viral y le hacen dos punciones, ambas sin éxito, y a partir de ahí la niña empezó a tener más vómitos y dolores de cabeza y se quejaba de dolor en la boca y los pediatras seguían diciendo que eso era normal, que se debía a la punción". Además, los médicos pedían a los padres de la niña que estuvieran tranquilos, que se portaran bien y que les dejaran hacer su trabajo. "Uno como no sabe, confiaba en ellos", pero el jueves 4 de julio deciden pasarla por el somatón y ahí le detectan "una posible hidrocefalia" y deciden que hay que prepararlo todo para trasladarla el lunes 8 al pediátrico de Camagüey. "No lo entendimos. Si es algo en el cerebro y es una niña tan pequeña, cómo van a esperar tanto tiempo. Dijeron que no era nada grave, que había solución, que quizás no habría que operarla y que ellos allí iban a decidir".
El mismo jueves 4 de julio por la noche, la niña estuvo "muy malita" y según sus padres, empeoró. El pediatra Yunier Vázquez, que estaba de guardia, subía al cuarto piso, donde estaba ingresada, a verla y le decía a los padres que estaba estable y le daba gravinol y duralgina, en una ocasión. A las siete de la mañana del viernes, la niña tuvo síntomas de ataques epilépticos y decidieron trasladarla rápido para terapia intensiva aunque el médico seguía diciendo "que eso era parte del proceso".
"Pero nada rápido. Había que esperar a que ellos prepararan los papeles para poder trasladarla a terapia intensiva. Luego vino el médico y como si nada, le quita el oxígeno a la niña y se la da a la mamá y le dice: 'Cógela en brazos y sígueme. Cuando llegamos a la sala de terapia intensiva la niña estaba casi muerta. Había aspirado líquido en ese trayecto sin tener ayuda para respirar". Los propios médicos intensivistas comentaron a los padres que eso era "una locura", que cómo se le había ocurrido trasladar a la niña sin la experiencia de los intensivistas.
"Estuvimos fuera esperando y la niña duró tres días, luchando. Falleció el lunes 8 de julio, a las 4.20 pm, supuestamente de una hidrocefalia provocada por una meningitis. Nosotros no quisimos hacerle la autopsia", añade el padre. El director del hospital le dijo personalmente a los padres de la pequeña que eso no se iba a quedar así, que iban a resolver el caso, pero este miércoles les llamó un conocido y les dijo que el caso ya estaba cerrado. "Nosotros, la familia, no tenemos ninguna queja de la sala de terapia intensiva. Allí los médicos, excelentes todos. Estuvieron todo el tiempo luchando con la niña, manteniéndonos informados, pero en la sala de Misceláneas, todos los pediatras, cero. Ninguno sirve. Tranquilícese que todo está bien y mire, al final, la pobre pagó las consecuencias".
En la sala de Misceláneas, insiste el padre, los médicos pasaban a ver a la niña una vez al día. "Te decían cualquier bobería y se iban, Fue horrible. Muy mal trabajo, en especial del pediatra Vázquez".
Un sistema sanitario en crisis
Cada vez son más los cubanos que pierden familiares y denuncian irregularidades o negligencias médicas que cuestan vidas en Cuba. Desde el gremio Médico Cubano Libre, su presidente, Miguel Ángel Ruano, lo achaca a que los buenos médicos están en las misiones en el extranjero y en la Isla quedan facultativos recién graduados que tienen problemas para diagnosticar por su escasa experiencia. El economista Pedro Monreal ha denunciado recientemente, que Cuba sigue invirtiendo más en desarrollo del turismo que en infraestructuras de los sistemas de Salud y de Educación.
La epidemia del Oropouche en Cuba está poniendo a prueba el sistema sanitario, que salió muy mal parado de la crisis de la covid. A primeros de este mes de julio, el virus se había extendido a 39 municipios de 12 de las 15 provincias de la isla, según informó el propio Ministerio de Salud Pública. Sólo se libraban en ese momento La Habana, Las Tunas, Pinar del Río y la Isla de la Juventud.