El bailarín y coreógrafo cubano Carlos Acosta lamentó la repercusión de la situación social del país en el ámbito artístico, que se refleja tanto en la cantidad de artistas que se han ido como en el deterioro de instalaciones culturales.
Carlos, quien se encuentra en Barcelona para presentar el último espectáculo de su compañía Acosta Danza, detalló cuánto han cambiado las cosas para el arte en Cuba.
El deterioro de los teatros en La Habana
"El teatro Alicia Alonso lleva ya más de cinco años cerrado. La Habana, que era una ciudad de teatros, ya solo tiene dos. Y en el que tiene 600 localidades no puedes montar un ballet grande con escenografía, no cabe, por lo que únicamente queda el Teatro Nacional. Así que todo el mundo se disputa los espacios y nosotros, por ejemplo, solo podemos bailar una vez al año", dijo a La Vanguardia.
"El festival de danza que se hacía es ahora una sombra, se celebra en solo tres teatros, uno de los cuales no es para danza. Sí, la situación social repercute en lo artístico", recalcó.
La crisis tras la muerte de Alicia Alonso
El cubano señaló que la muerte de ballerina Alicia Alonso, fundadora del Ballet Nacional de Cuba y una figura muy cercana al régimen, ha cooperado en la crisis actual de la danza cubana.
"Hay un éxodo tremendo de artistas y de patrimonio cubano. No hay teatros. Los músicos de la orquesta, esencial en el ballet, se han ido. Alicia era la primera dama de Cuba, había mucho interés en preservar su legado, pero obviamente cuando el líder no está, todo sufre", subrayó.
El futuro de Acosta Danza
A sus 51 años y siendo director artístico del Birmingham Royal Ballet, rechaza la idea de dirigir el Ballet Nacional de Cuba si se lo propusiesen. "Quiero concentrarme en Acosta Danza, que es lo que voy a dejar atrás. Y quiero lograr las alianzas para que cuando yo me vaya todavía siga ahí, con una estructura y una entidad que la gobierne. Eso ya requiere mucho trabajo".
El cubano fundó su compañía hace casi una década en Cuba para retribuir con su patria la formación que recibió en su niñez y adolescencia.
Con 18 bailarines, el proyecto sigue resistiendo las dificultades y escaseces de la Isla y cuenta en este momento con una academia de tres cursos de diez alumnos en cada uno, y una compañía júnior en la que jóvenes talentos se preparan para la vida profesional.
"No estamos solo encargados de cultivarles como artistas sino también como seres humanos. Muchos vienen incluso de un ámbito muy pobre, en ocasiones no habían pisado antes la capital. Y les educamos durante tres años, les damos las zapatillas, les entrenamos en ballet y en contemporáneo y luego pasan a la compañía tras superar unas pruebas. Y si no pasan, nos encargamos de abrirles camino hacia otras compañías", precisó.