Para comer en el Bar Willy, ubicado en La Torre de la Horadada (Alicante, España), hay que reservar con antelación. Este lugar siempre está lleno, incluso durante las temporadas bajas en esta zona costera, que en verano se llena de turistas europeos. Su dueño, un cubano de Playa (La Habana) llamado Alejandro Ramírez Mustelier, no tuvo un negocio propio en Cuba, aunque considera que vender ron después de su jornada laboral en una empresa estatal puede considerarse una forma de emprendimiento.
Desafíos y logros en la gastronomía española
Pese a que en España la competencia en temas de gastronomía es feroz, Alejandro Ramírez y su mujer, Elenita, han conseguido enganchar a los vecinos de La Torre de la Horadada a los tamales, la ropa vieja, la yuca frita, los tostones y, sobre todo, al sándwich cubano. El negocio lleva ya 16 años abierto, pero los inicios no fueron fáciles. De hecho, Ramírez confiesa que cuando llevaba dos años regentando el bar, se le pasó por la cabeza traspasarlo, pero aguantó y la paciencia y el esfuerzo han dado sus frutos. "Cuando peor está la cosa, es cuando más cerca está la meta", señaló.
Actualmente, Alejandro Ramírez, además del Bar Willy, tiene una coctelería llamada La Bodeguita en Los Alcázares (Murcia), una localidad cercana. También está empezando con un nuevo negocio de plomería que permite ahorrar hasta un 30% de agua en la factura de grandes consumidores. Y un tercio de la factura se nota en una región, el Levante español, azotada por la sequía, donde muchas veces se paga más por la factura de agua que por la de luz.
El camino hacia el éxito
Alejandro Ramírez salió de Cuba casado con una muchacha italiana, cuya familia estaba muy vinculada a la gastronomía. Fue ella quien le dio el impulso para iniciar el negocio. Por eso se mudaron de Italia a Madrid y de Madrid a La Torre de la Horadada. En Madrid, Ale, como le llaman cariñosamente los amigos, se dedicó a distribuir publicidad. Esa agilidad que consiguió en el reparto de folletos la utilizó en La Torre para darle publicidad a fiestas cubanas que organizaba en el Bar Willy con "comida gratis" y cobrando solo las copas.
Costó que la gente se hiciera a la idea de que el Bar Willy de toda la vida se convertiría poco a poco en un bar de comida cubana que solo abre ocho meses al año. Y ahora, cuando llega la hora del cierre, muchos vecinos de la zona encargan tamales para congelarlos.
A quienes quieren emprender, Alejandro Ramírez recomienda buscar una buena ubicación y dedicarle mucho tiempo y esfuerzo. En su caso, él y su mujer están en la cocina y no dejan que nadie meta mano, porque la cocina, explica, es más que ingredientes: "Es corazón".
Ahora, además, han comprado una casa en Cancún para ponerla en alquiler. El negocio sigue creciendo 🚀.